Resumen
En el artículo busca resaltar el hecho de que el espacio interpretativo desde el cual se ha tendido a problematizar la relación entre cuerpos e identidades en las ciencias sociales, ha sido privilegiadamente el del dolor (el cuerpo de la tortura), la discapacidad física, el envejecimiento, enfermedad y muerte, rituales de posesión, la abyección (o aquello que está fuera de lugar o resulta inclasificable) como el cuerpo “colectivo” de los hermanos siameses o la ambigüedad clasificatoria –en términos binarios– de los cuerpos intersexuales; la privación o el exceso (locura y hambre, obesidad, anorexia, vigorexia), etc. Como tal, este espacio interpretativo ha sido el espacio de los extremos. Parafraseando a Julia Kristeva (1982), los “horrores corporales” constituyeron el locus epistemológico desde el cual se reflexionó sobre la compleja relación entre cuerpo e identidad. Sin embargo, la especulación fenomenológica (la percepción del propio cuerpo desde el sujeto) y los estudios empíricos sobre cuerpos “normales” pasaron prácticamente desapercibidos.